ar con goza eterna de materias y flores que nunca se marchitaban. Los muertos por el rayo o la anegación iban a Tlalocán, un paraíso regido por Tláloc, donde hacía tiempo fresco y la vida era enteramente feliz. Los muertos peque?os vivían en Chichihuacuauhco, un lugar con un árbol cuyas ramas goteaba leche para alimentar a las almas peque?os. Los muertos de otras formas iban a Mictlán, dominado por Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, los dioses de la muerte. Mictlán era el inframundo de los indígenas antiguos y se trataba de un lugar de paz y abundancia.Para resumir todo lo que se ha analizado, la dualidad dialéctia entre la vida y la muerte, el culto a la muerte y el más allá feliz revelan un sistema cosmológico